domingo, 12 de febrero de 2023

Palabras para Julia II


 Hace poco más de los diez años que tienes conjuraba la incertidumbre de esperarte evocando el poema de José Agustín Goytisolo y aquí dejé mis propias Palabras para Julia, el nombre que finalmente te dimos. No eran buenos tiempos en el mundo pero quise aparcar mi pesimismo ilustrado para saludar tu llegada. Por mal que fueran las cosas, si de algo estaba seguro es que en tu vida no padecerías las pandemias, el ascenso de los totalitarismos y las guerras de la época de tus bisabuelos. No es extraño que haya tardado tanto tiempo en continuar aquella conversación con el futuro. 

 No sé en qué momento empecé a ser consciente de que con tu llegada había dejado de ser el protagonista de mi propia vida. Para cuando me di cuenta ya había perdido la mitad de los diálogos y todos los primeros planos. Le pasó menos a mi padre y nada al suyo pero las paternidades contemporáneas vienen muy bien para comprender la inflación espaciotemporal posterior al Big Bang. No hay más que comparar la cantidad de espacio y de tiempo que ocupa un niño de ahora con tres de los de antes. Quizá por eso escribo esto en un avión, hacía mucho que no tenía diez horas libres seguidas.

 Cuando jugaba a imaginarte, no sabía lo que traerías de serie. Uno se espera lo mejor pero algunas de tus capacidades para la música y los idiomas me han sorprendido. Es tentador buscar en ti mi contribución genética, como si algún gen bajito con mi cara reivindicara dentro de tus cromosomas que no le habían dejado expresarse correctamente antes. Pero, por patético y científicamente absurdo que parezca, lo que no es negociable es querer defenderlo como si de un valioso legado generacional se tratara, del que ahora eres la única depositaria. Me sorprendo buscando en nuestros comunes antepasados líneas evolutivas por las que jamás había sentido interés ni curiosidad. Será para redimirme de la condición de eslabón de una cadena que ya no termina en mí sino en ti. 

Ahora que empieza a asomar tu adolescencia  comprenderás mejor que nunca que crecer se convierte en adquirir responsabilidades y obligaciones que tú no has elegido, que gente del siglo pasado, incapaz de distinguir un Pikachu de un Jigglipuzz va a decidir por ti a qué tienes que dedicar tu tiempo. Lo creas o no, la gente de mi edad tuvo alguna vez diez años, aunque fueran en blanco y negro. Recibíamos órdenes mucho más militares que didácticas, nos echaban a jugar a la calle como a las vacas al prado y nos estabulaban temprano para dormir. Nos abonaban con paladas de valores tan contrastados que no necesitaban mayor explicación. Muchos de ellos nos impregnaban todavía al emerger a la vida adulta y, aunque bastantes no llegamos a ponerlos en práctica (ya sabes, haz lo que digo, no lo que hago) nos han dejado una pátina de lo correcto, lo moral y lo conveniente que pretendíamos usar como brújula para la educación de nuestros hijos.

 Nos enseñaron (lo aprendiéramos o no) a creer en el esfuerzo, a afrontar las dificultades con abnegación y sin victimismo, nos educaron en el respeto y la humildad y no en el empoderamiento.  De haber nacido Rafa Nadal veinticinco años antes, nos habrían ahorrado tediosas lecciones de Ética diciéndonos: mira... intenta parecerte a éste y venga. Y, quizá porque amanecimos con la libertad, estimamos como un gran valor el pensamiento critico. Veníamos de tiempos oscuros donde la religión predominaba sobre la razón. O eras pío o impío, no había término medio. Se pertenecía al consenso o a la herejía. En nuestra juventud libertaria simpatizamos instintivamente con los herejes, aunque no siempre tuvieran razón. En tus tiempos vuelve a ser peligroso cuestionar lo canónico (ahora llamado corrección política). Con la misma furia bíblica con la que antes te excomulgaban ahora te cancelan o te tachan de negacionista. Me cuesta, Julia, me cuesta, animarte a que, desde la honestidad intelectual,  te rebeles contra lo establecido si la razón no lo ampara, a que nunca des por hecho aquello que puedas comprobar, aunque te aleje de confortables identidades de grupo. Y me cuesta porque soportaría peor que tú que te hagan daño.

 Los padres somos unos prodigiosos imaginadores de peligros. Tenemos la sensibilidad de un detector de neutrinos presintiendo catástrofes inminentes para nuestros retoños. Y eso nos llena de miedos. Pensamos con todos esos miedos y entiendo que es licito desconfiar de nuestros consejos. Galileo padeció el juicio de la Inquisición cuando ya era un anciano. De haber sido joven, seguro que su padre se lo habría llevado de una oreja (epur si muove te voy a dar yo al llegar a casa).

 A diferencia de las madres los padres estamos programados biológicamente para propagar nuestra dotación genética con rampante alegría y total despreocupación -siempre que surja la oportunidad-, aunque ahora nos prevengan contra la masculinidad como si fuera el tétanos. Andamos justos de herramientas evolutivas que nos ayuden a procesar el querer a alguien mucho más que a nosotros mismos, que es lo que me ocurre contigo. Por eso colapsamos con facilidad cuando intentamos orientaros hacia un futuro de bienestar y felicidad. Asumimos la responsabilidad pero la manejamos con torpeza.

 Intento persuadirte de que tu capacidad no merme tu esfuerzo, de que la superación es mejor camino que la igualación, de que a ser competente se llega compitiendo, aunque sea con uno mismo. Nunca te entregues ni te apartes junto al camino, nunca digas no puedo mas y aquí me quedo. Querría convencerte de que la tolerancia es la base de la libertad, que respetes a los que no piensan como tú y aprendas todo lo que puedas de ellos, que nunca busques un grupo que piense por ti. Otros esperan que resistas, que les ayude tu alegría, tu canción entre sus canciones. Puede que te enseñen otras cosas, quizá todo lo contrario. Haré cuanto pueda contra quien quiera llevarte a llorar ante el muro ciego.

 Confieso que me gusta cada vez menos la sociedad en la que tendrás que vivir pero ya es la tuya, no la mía. Si algo puede cambiarla a mejor será el empuje de la juventud, no los miedos de los viejos. Así que sé valiente, honesta y si hace falta rebelde, aunque yo ya empiece a lamentar haberlo escrito. Sigo queriendo creer lo que te escribí hace diez años.

La vida es bella ya verás
cómo a pesar de los pesares
tendrás amor, tendrás amigos 

 Querida Julia, te escribo poco para todo lo que representas en mi vida.  No todo nos ha sido fácil pero de todo hemos salido y a pesar de los pesares el resultado es tan deslumbrante como la alegría que llevas dentro. Nunca la pierdas, por ella vivo. Al menos mi condición de padre me exime de ser objetivo. Soy consciente de que viajo ya en tu barco y que pronto dejaré del todo el timón para, a lo sumo, izar alguna vela pequeña. I'm sailing right behind, que diría Paul Simon. Buena mar, Julia.


Y siempre, siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti como ahora pienso


Y, si es necesario, recuérdamelo.

lunes, 14 de noviembre de 2022

Cuentos de las mil y una cumbres

Sharm el-Sheij

 Tres de noviembre. El sol poniente recorta las siluetas de los exclusivos hoteles sobre la costa de la ciudad balneario de Sharm el-Sheij. Bajo las aguas, un santuario ecológico de vida marina al que se puede acceder desde muchas de las playas privadas de los resorts. Nada más apropiado para lo que concierne a los muchos visitantes que desde hoy llenan la ciudad. A esta hora los poco más de cien miembros de la delegación española deshacen sus equipajes en las habitaciones del Jolie Ville Resort para los cinco días siguientes. Algo caras, entre 1.280 y 1.424 euros por noche cada una, pero cualquier sacrificio es poco por salvar a la Humanidad de una catástrofe inminente. Además es una delegación modesta, el Presidente, seis ministros, dos decenas de Secretarios de Estado, los Departamentos de Protocolo y Seguridad, el Gabinete completo de Comunicación, representantes de la AEMET y unos diez estudiantes comprometidos con el activismo climático invitados mediante un equitativo concurso. Una representación perfectamente disoluble entre los más de 30.000 delegados de casi todos los países que acuden a esta decisiva Cumbre del Clima. Cuatrocientos jets privados o estatales y otros tantos vuelos comerciales han acercado al Mar Rojo a los encargados de advertirnos del drama que representan nuestras desaforadas emisiones de carbono a la atmosfera. Ni los países más subdesarrollados han escatimado un céntimo en hacerse notar en las calles donde la plácida brisa del mar refresca las suaves tardes del otoño.

Jolie Ville Resort

  Y podrían ser más. No hay que dar demasiada importancia a las ausencias de tres de los cuatro países que generan mayores cantidades de CO2: China (el primero), India (el tercero) y Rusia (cuarto). Solo entre ellos producen más del 40% de los gases de efecto invernadero en el mundo, pero es indudable el compromiso del líder chino Xi Jin Ping, promotor de la Agenda 2030 en el Foro de Davos, de seguir aumentando la quema de combustibles fósiles solo hasta ese año, mientras Occidente reduce drásticamente sus emisiones. Y en 2030 veremos. A cambio nos ayuda fabricando con energía barata todos los componentes que necesitamos para aerogeneradores y células fotovoltaicas y asume todas las industrias electrointensivas que los precios de la energía hacen inviables en los países occidentales.

  Como en tantas otras cumbres, los activistas que integran los gabinetes de prensa de los muchos departamentos de la ONU que se dedican al asunto del clima, excitan desde días antes de la COP27 la atención de los medios de comunicación mundiales con informaciones destinadas a concienciar a la población de lo importantes que son estas reuniones. Como el tono alarmista de anteriores comunicaciones no parece haber surtido el efecto esperado -debido a problemas menores como pandemias o guerras-, se ha optado por incrementar la escalada hasta lo espeluznante. Se informa de que:

- Indonesia y Egipto se ven obligadas a trasladar sus capitales por culpa del cambio climático. Es tan burdo que solo hace falta leer la noticia debajo del titular. Realmente Yakarta se hunde bajo el nivel del mar no porque éste haya subido, sino porque su crecimiento desmedido ha llevado a esquilmar los acuíferos del subsuelo provocando el hundimiento del terreno. El Cairo sobrepasa los diez millones de habitantes. La construcción inadecuada para ese clima y la masificación la hacen tan invivible que las Autoridades han empezado a construir al Este de El Cairo un oasis tranquilo, limpio y sostenible al que trasladarán el Gobierno, los funcionarios y una pequeña élite, a costa de los impuestos de los que jamás podrán permitirse vivir allí y con la generosa contribución en forma de compensaciones de los países occidentales cuyos delegados se golpean el pecho en las playas del Sinaí mientras piden austeridad energética a sus ciudadanos de cara al invierno.

El nuevo aumento del CO₂ aleja más al mundo de la meta de un calentamiento de 1,5 grados. Las temperaturas han subido 1.15 º C. desde la era preindustrial y la mitad ha sido durante los últimos 30 años. Esto no es para asustarse, esto es para celebrarlo, la meta de los Acuerdos de París era de 2ºC. ¿De repente hemos rebajado medio grado? Ya ni hablo de tiempos recientes en los que se aseguraban hasta 6 grados de aumento en un siglo. Para más alborozo, pensemos que el primer informe del IPCC de 1990 pronosticaba un calentamiento sostenido de 0,34º por década, es decir, el calentamiento ha sido más o menos la mitad del predicho entonces. Además de reconfortante es sorprendente porque los niveles de CO2 en la atmósfera (medición objetiva que se toma anualmente en Mauna Loa y se expresa en partes por millón), son sensiblemente superiores a los predichos por aquel informe. Ojo, todos estos datos que cito son oficiales del IPCC y de la Organización Meteorológica Mundial y pueden comprobarse en los enlaces que dejo. También según esos datos, la pronosticada subida del nivel del mar de 20 cm. en estos últimos treinta años se ha quedado en unos modestos 7,5 cm.  Solo con esto, que desmiente claramente que el odioso calentamiento se intensifique o acelere, los climatólogos, activistas, políticos y demás fauna presente en la cumbre, deberían estar entregándose al desenfreno en los playa club de Sharm el-Sheij en lugar de acongojarnos con nuestro futuro. Me malicio de que quizá lo segundo sea necesario para lo primero.. 

Y eso que nos podrían facilitar datos mucho más optimistas, que también los tienen. El conocido efecto de isla de calor de las ciudades, por el que la urbanización creciente, el aumento de hormigón y asfalto, los aires acondicionados o la polución desvirtúan al alza los registros de temperatura de las estaciones meteorológicas, hace que no sea fácil estimar las temperaturas globales de superficie de forma objetiva y que siempre resulte sospechoso quien priorice los registros urbanos sobre los rurales o al revés. Toda la superficie urbanizada del mundo no representa más del 7% de la del planeta, por lo que el efecto global tampoco es mucho. Son más objetivas las mediciones atmosféricas con globos sonda y mucho más aún las que desde los años 70 se realizan a través de satélites. El calentamiento registrado por estas vías es un 30% inferior al de superficie. Para que se entienda mejor dejo aquí debajo una sencilla grafica donde las líneas de colores son todos los modelos predictivos que usa el IPCC, la línea roja es la media de todos ellos y los circulitos y cuadraditos son las temperaturas reales medidas por globos sonda y satélites.


  Y no voy a entrar en consideraciones epistemológicas como la diferencia entre una proyección de un modelo, un pronóstico, una predicción y una profecía, aunque en las cumbres climáticas el objeto es convertir la peor de las proyecciones en profecía irrefutable. Lo contrario de la ciencia, que diría Popper. Me bastará con opinar que el fenómeno del clima es tan complejo y caótico, en el que influyen en una medida que desconocemos muchos más factores que los gases de efecto invernadero, que es tan probable que un climatólogo prediga acertadamente el clima de los próximos veinte años como que un economista prediga correctamente el valor del Bitcoin dentro de otros tantos. Igual es cosa de astrólogos. O de climastrólogos, como los que disfrutan ahora del nítido cielo estrellado sobre las aguas tranquilas del Mar Rojo, después de habernos obsequiado durante años con estas perlas de sus bolas de cristal:

El Pais 09-11-1988


USA Today 14-12-2009

The Guardian 21-02-2004

The Independent 09-07-2009

lunes, 27 de junio de 2022

El Enunciado de Pichel





  Cada 14 de agosto se celebra en todo el mundo el Día Internacional de Arcadio Pichel, pionero en la investigación de las singularidades espaciotemporales. Se conmemora la misma fecha del año 2022 cuando Arcadio acudió a un banco del Paseo de la Herradura en Santiago a comprobar si serían posibles los viajes retrógrados en el tiempo. Su intención era citar a su yo del futuro para que se presentara en el lugar a las doce del mediodía o, al menos, enviara recado que acreditara tal posibilidad. A eso de la una, sin que nada singular hubiera ocurrido, comenzó a examinar posibles errores de planteamiento, de los que encontró como más plausible el que a lo largo de su vida hubiera terminado por olvidar la fecha del emplazamiento. Frente a él descendía la calle del Pombal, donde un cartel con tipografía asiática –más tarde sabría que era la transliteración al japonés de Paco- anunciaba un pequeño local de tatuado. Apenas minutos después ya estaba haciéndose estampar de manera indeleble en su brazo izquierdo el lugar, la fecha y la nueva hora de encuentro, las 14:30.  Inconvenientemente, las estarcidas manos de Paco no consiguieron terminar el trabajo antes de las tres y frente la exigencia de su cliente de rectificar lo escrito, alegó que él nunca perdonaba la hora de comer.  Hasta la vuelta de Paco, a las cinco, estuvo Arcadio delante la puerta disipando su furia con maldiciones y juramentos pero, ya algo más calmado, se hizo añadir en el anverso del antebrazo derecho “mejor a las ocho de la tarde”.  A tal hora, dolorido bajo los blancos manguitos de gasa salpicados de yodo, esperaba en su banco un evento que tampoco esta vez se produjo. De la reflexión subsiguiente extrajo su famoso primer enunciado: “Puedo afirmar sin lugar a dudas que a lo largo de mi existencia no será posible el viaje retrógado en el tiempo o que mis circunstancias económicas no me harán posible costearlo”.

  Todavía hoy lamentan las prestigiosas revistas científicas a las que Arcadio comunicó su hallazgo haber declinado o ni siquiera haber considerado la publicación del mismo. Muchas de ellas le espetaron además que su falta de estudios universitarios y su ocupación como reponedor de supermercado no avalaban los fundamentos científicos de su extraña e insólita hipótesis.

  Lejos de desanimarse, Pichel comenzó a difundir su enunciado a través de distintas redes sociales, calando inmediatamente en comunidades virtuales tan diversas y extravagantes como influyentes, desde la Cienciología al terraplanismo pasando por foros de extrema derecha e izquierda, donde empezaron a brotar debates que pronto se viralizarían y terminarían por dotar de transcendencia universal al Primer Enunciado de Pichel. De hecho, su inopinada popularidad determinó al propio autor a reformularlo. Dando por sentado que, de llegarse a  desarrollar los viajes en el tiempo, Arcadio sería con seguridad uno de los primeros candidatos a viajar al pasado, decidió eliminar la segunda parte y establecer la versión definitiva del Enunciado de Pichel: “Puedo afirmar sin lugar a dudas que a lo largo de mi existencia no será posible el viaje retrógado en el tiempo.” 

  Surgieron corolarios y teoremas derivados, algunos de los cuáles suscitaron gran inquietud, como el que consideraba que la mayor o menor duración de la vida de Arcadio podría ser decisiva en el futuro de la humanidad. Para los sectores más conservadores resultaba deseable que Pichel alcanzase la más provecta ancianidad, garantizando  que una tecnología tan  imprevisible y diabólica no llegara a estar disponible en muchas décadas. Sin embargo para otros sectores de cuño progresista, en particular los lobbies ecologistas, una prematura muerte de Pichel facilitaría la posibilidad de que algún enviado del futuro pudiera llegar para concienciarnos  y ayudarnos contra la inminente emergencia climática. También un contubernio de mafias calabresas, rusas y albanesas diseñó un programa clandestino de inversiones y apuestas para el que la mayor utilidad de Arcadio era la de hombre muerto.

  Huelga decir que pronto se tomó conciencia de que la salud e integridad física de Arcadio corrían serio peligro y la protección de su vida se convirtió en una cuestión de Estado. Pese a ello decidió acudir a Boston a impartir una conferencia, invitado por el Instituto Tecnológico de Massachussets.  Un aparatoso despliegue de seguridad escoltó su viaje y acordonó el hotel Boston Harbor que le ofreció alojamiento. Sin embargo, al día siguiente no se presentó a la conferencia, no fue encontrado en su habitación ni en todo el recinto del hotel, sin que desde entonces se haya vuelto a saber con certeza de su paradero. Tras el escándalo internacional, se sucedieron los incidentes diplomáticos y las protestas callejeras en todo el mundo. Y proliferaron las especulaciones entre las que las más extendidas eran que el FBI o la CIA le habían proporcionado una nueva identidad o que trabajaba escondido en una base militar de alto secreto para el Gobierno de los Estados Unidos. En todo caso no corresponde tratar en esta entrada de la Wikipedia las Teorías de la conspiración picheliana, que pueden  consultarse  en otros epígrafes. 

  Mención aparte merecen campañas como  la de "Free Arcadio", promovida desde change.org que continúa recaudando ingentes cantidades de fondos con los que se financia la Fundación Internacional Pichel o el reto viral "Do your own Pichel" por el que cientos de millones de personas han citado a sus yoes futuros en vídeo. El número y la diversidad de edades y culturas de los participantes y la colaboración de multimillonarios como Elon Musk, Jeff Bezzos o Mark Zuckerberg han extendido la validez estadística del enunciado y consolidado su aceptación por parte de la comunidad científica, integrándose dentro de las excepciones termodinámicas a la Relatividad General.

  A día de hoy Santiago  de Compostela se ha convertido en la ciudad más visitada del mundo, por coincidir en línea recta y en apenas un kilómetro tres de los centros de peregrinación más universales. La Catedral, con el sepulcro del Apóstol Santiago, se puede ver desde la réplica de bronce del banco donde Pichel se sentó a esperar el futuro (el original se conserva en el Museo Nacional de Ciencia y Tecnología de Alcobendas). Y entre ambos, ocupando tres edificios completos de la calle Pombal, la sede central de Tatuajes Paco International.


martes, 29 de marzo de 2022

La gran bofetada. Oscars 2022

 

    Seguramente habría sido un error escribir mi habitual comentario sobre las candidaturas a los Oscar antes –tal como acostumbraba- de una ceremonia, que esta vez sí ha superado mis expectativas.

El cine está moribundo, la calidad de las películas de este año era como para declarar desierto el premio principal. De las diez nominadas, cinco eran remakes totalmente innecesarios, dos obritas menores que el viento se llevará en semanas y a una la salvaré de mi juicio porque, con la que está cayendo, no tiene uno cuerpo de ponerse a ver una película japonesa depresiva y lenta durante tres horas sobre cualquier cosa que haya escrito Murakami.

De las otras dos, una merecía mejor suerte. A pesar de que no soy nada partidario del cine ni del activismo de Jane Campion y de que el mensaje que destila El Poder del Perro es sectariamente oportunista, debo reconocer que es una película sólida, con un guión bien construido, grandes interpretaciones (casi todas merecían premio) y una producción impecable. Habría sido una justa triunfadora en las categorías principales.

 En cuanto a No mires arriba, es una pena que haya malgastado una gran idea y unos medios suntuosos con una narrativa de pura sal gorda, destinada a que ni el más retrasado dejara de entender un chiste. Pero, a su éxito comercial indiscutible hay que sumar otro éxito involuntario. A pesar de apuntar contra el trumpismo, consigue ser leída de la misma manera desde el otro extremo y proporciona lugares comunes que perdurarán en el tiempo. Eso es mejor que un oscar.

En la sección de innecesarias cabe preguntarse si merecía la pena hacer una gran versión de una previa obra maestra, pero a Spielberg le faltaba en el curriculum un musical. Del Macbeth de Joel Coen solo se salva la estilizada fotografía. No consigue redimir a Lady Mcdormand y llenar las Tierras Altas de señores feudales afroescoceses sacudiéndose espadazos, aunque a la postre haya sido hasta premonitorio, me parece tan gratuito como una película china de romanos.

Belfast es bonita, muy menor en la carrera de Kenneth Branagh pero digna de puro oficio. También es bonita Licorice Pizza, desde un punto sentimental y blandito que no sabía que tuviera Paul Thomas Anderson.

También puede parecer innecesario este punto y aparte, pero prefiero separar mis opiniones sobre El Método Williams de las demás. Es verdad que la de Will Smith es una gran interpretación. Es difícil pasar más tiempo poniendo muecas a la cámara si no eres Jim Carrey. Pero Will es el que paga, así que chupa plano todo el rato. Con una hagiografía que convierte al progenitor de Venus y Serena en padre modelo y poco menos que en héroe de los derechos civiles, soslayando todas las polémicas aristas del personaje, que podría estar más cerca del perfil de un psicópata o un maltratador. Ahí sí habría habido película. Y papel memorable. Pero no es lo que vende Smith.

Y, con estos antecedentes, comienza la gran ceremonia, una orgía de la corrección política, la cultura woke y el pánico a la cancelación. Cuidado con decir algo inapropiado o tocarle un pelo a alguien. La Academia demuestra sus estándares antirracistas y de género con dos presentadoras negras y una blanca y su compromiso social no mentando a Ucrania (solo Coppola, por su cuenta, tuvo esa dignidad). Se alcanza uno de los hitos de la noche. Ariana Debose, que no habla español aunque es hija de puertorriqueño, se autodefine como la primera afrolatina queer (sic) en ganar un oscar. Hay un rumor persistente sobre que El Poder del Perro  puede verse amenazado por una película inesperada y pequeña, pero comprada por un gigante. CODA es un canto a la inclusividad, una amable, simpática y tierna obra indie triunfadora del Festival de Sundance aunque realmente, más que un remake es un plagio pagado del filme francés La familie Belier, de 2014, a la que parasita por completo sin aportar nada más que el cambio de ámbito geográfico.  Se lleva el premio al mejor actor de reparto, al mejor guión adaptado (en serio) y cuando ya se atisba que esta dulce historia de una niña normal con una encantadora familia de sordomudos, que quiere ser cantante se impondrá a la brillante denuncia de Jane Campion sobre la masculinidad tóxica, entonces…

…entonces llega al escenario un cómico afroamericano especializado en bromas zafias, le dedica unos comentarios sexistas de dudoso gusto a una pareja de actores españoles blancos nominados, que le ríen la gracia con deportividad progresista y, no contento con ello, le toma el escaso pelo producto de una desgraciada alopecia a una señora afroamericana con la que, al parecer, estuvo liado porque es público y notorio que ésta tiene una relación abierta con su marido, también afroamericano y allí presente. Y éste último, que minutos más tarde ganará un oscar, en un gesto heteropatriarcal y machista, como si su señora necesitara que la defendieran, se levanta, camina hacia el escenario y responde de un guantazo, con la violencia propia de su masculinidad tóxica al comentario ofensivo del otro afroamericano, para volver a su asiento profiriendo amenazas y juramentos con unos gritos tan poderosos que hasta los discapacitados auditivos que más tarde triunfarían en la gala, consiguieron oír.

Al final no se hablará de CODA, ni de El Poder del Perro, ni de Dune, la acaparadora de oscars técnicos. El auténtico climax que arrollará todo lo demás, estaba allí, en una ceremonia inolvidable, que permanercerá en la memoria.

Qué maravilloso homenaje al esperpento y al aquelarre, a Valle Inclán y a Goya. Y a Gilda, aunque ahora dejará de ser la bofetada más famosa de la historia del cine. Hay que reconocerle a Hollywood que al menos la decadencia irreversible de la industria cinematográfica haya tenido un funeral a la altura.

domingo, 14 de marzo de 2021

Los rescatagallinas

 Hace unos años Carlos Lesmes -el presidente del Tribunal Supremo que, a su pesar, persevera en el cargo- lamentaba que "La Ley de Enjuiciamiento Criminal está pensada para los robagallinas y no para los grandes defraudadores"  y, si bien los efectos jurídicos de su queja ni han llegado ni se les espera, al menos consiguió rescatar del olvido una expresión que ha transitado la miseria de los siglos, de la picaresca al hambre, herrumbrada de guerra y de posguerra, viejuna de pleno derecho. El robagallinas, el germánico gomarrero, el que hurta para comer, por hambre como Jean Valjean -al que Victor Hugo le robó hasta la gallina y se la convirtió en barra de pan- o por necesidad o picardía o vicio. Siempre cosa menor, de castigo mayor. Pero ya nadie roba gallinas para pelarlas y comerlas. Ni barras de pan.

Ahora las gallinas son mucho más que el botín de un hurto, mucho más que un semoviente productivo de escaso entendimiento y derechos asociados a su, tradicionalmente cuestionada, dignidad. Ahora las gallinas son un símbolo. Son los osos panda del siglo XXI, cuando la sociedad ha vuelto los ojos a su sufrimiento, a su opresión atávica. Cada día se constituyen asociaciones a favor de su libertad sexual, sujetas al abuso y la violación reiterada por parte de sus congéneres masculinos. Por sus huevos. No menos importante ha sido que las gallinas despierten nuestras conciencias sobre sus condiciones de vida y nos rebelemos contra que sean criadas en jaulas y no en tierra, o dejemos parte de nuestro dinero en asegurarnos de que su crianza transcurra en libertad y con alimentación natural, aunque sea con maíz transgénico industrialmente desgranado. Pero, a pesar de todo, su destino sigue siendo el matadero, ese infierno al que las condena nuestra pasión depredadora, en lugar de acompañarnos en los parques o en las terrazas, picoteando distraídamente miguitas de pan de jubilado y alegrándonos los oídos con sus acompasados cacareos.



Por ello no pude menos que conmoverme esta tarde viendo por televisión a Oprah Winfrey  - incomodando la modestia de la Duquesa de Sussex- arrancarle la confesión de haber rescatado de una granja a una familia de gallinas internadas y ofrecerles un hogareño corral en los terrenos del casoplón de Los Ángeles en el que malviven, hasta el punto de que quizá lleguen a tener que pagar su seguridad privada (la de los Duques y la de las gallinas) por culpa de la racista Corona británica. Cómo es posible tildar de superficial y soberbia a Meghan Markle cuando es capaz de desprenderse en un momento de su vestido de Armani y la pulsera de Cartier de la entrevista para ir a alimentar de la mano a sus gallinas rescatadas, con una humilde cazadora de J.Crew y unas botas Hunter. Cómo no enternecerse también con las botas de Harry, más pensadas para vadear el Amazonas que para un gallinero y que le permitían estar en cuclillas con el culo a un metro del suelo. Y qué decir del informal y austero gesto de prestar un chándal de tallas grandes del Carrefour a Oprah para que compartiera la experiencia.

No puedo comprender cómo a estos modernos jóvenes concienciados contra las arcaicas e injustas obligaciones que derivan de sus reales privilegios se les puede tachar de autoindulgentes y egoístas cuando los imagino con el arrojo de asaltar cualquier Auschwitz avícola de Santa Mónica para liberar de los crematorios de Kentucky Fried Chicken a esas gallinas totémicas que simbolizan la lucha contra todos los males de nuestro tiempo: el fascismo, el machismo, el racismo, el cambio climático y trabajar para vivir. Jóvenes rescatagallinas serán nuestros partisanos, la avanzadilla de la nueva revolución.

Hago mío el estupor de cada what?? de Oprah y espero con impaciencia la próxima temporada de The Crown que dictaminará la verdad, mientras en Amazon Prime reponen, curiosamente, El Príncipe de Zamunda.

jueves, 11 de febrero de 2021

El laberinto de género

Hace algunas semanas me desconcertó leer en la prensa  la reseña de un anuncio de Ellen Page, la actriz de Juno y Origen, en la que se declaraba persona transgénero no binaria, que convertía su antiguo nombre de pila en  necrónimo (sí, como Prince) para pasar a llamarse Elliot, disponiendo además el pronombre adecuado para designar-le, que vendría a ser un he/they neutro en inglés, reconducible a un elle en castellano.

A ver, soy consciente de que mi indolente desidia sobre algunos temas me convierte en un hombre desactualizado y que cuando (como en el caso de esta chica/o/e) vienen acompañados indisolublemente de filosofías orientales, veganismo o formulaciones -digamos acientíficas- sobre la energía, tiendo a desecharlos en el contenedor amarillo de las ideas poco reciclables. Pero, en una sola noticia, tal acumulación de conceptos desconocidos e insólitos me ha dejado tan perplejo como a un Walt Disney descongelado accidentalmente en el Village. También me ha puesto en alerta sobre mi imperdonable ignorancia que, con estas líneas, pretendo empezar a subsanar. Y acaso ayudar a otros descatalogados intelectuales de mi calaña a orientarse por las procelosas y bizarras aguas de las Teorías de género.

Quien tenga claro que no es lo mismo sexo que género, ni identidad que orientación sexual, ya empieza mal; porque a los problemas idiomáticos de traducir teorías importadas se suma la ambigüedad deliberada de muchas de ellas por retorcer la semántica a la medida de sus postulados.

Uno podría pensar que el sexo es algo biológico y el género una categoría sociocultural asociada a ese sexo, aunque hay idiomas que ni siquiera tienen términos distintos para cada cosa y han sobrevivido plácidamente hasta nuestros días.  

Para el feminismo -pongamos convencional- el sexo es biológico y el género es una construcción social utilizada para subordinar a las mujeres con respecto a los hombres. Por tanto el género es algo en sí negativo. Además, tanto para sexo como para género, solo existen dos categorías: masculino y femenino. Todo lo demás son orientaciones sexuales, en ningún caso identidades. A eso llaman los críticos ser binario.

De la comunidad LGTBI, en particular de los trans (aquellos que, a diferencia de los cis, no se sienten identificados con su sexo biológico) surgen las identidades no binarias. Para empezar, introducen un tercer sexo que a la vez es género, como una mezcla más o menos neutra de identidad masculina y femenina que no tiene por qué concordar con su expresión física. Así las cosas, las identidades sexuales pueden ser masculinas, femeninas,  transgénero y también combinaciones de éstas, como bigénero o trigénero. A efectos taxonómicos, consigno otras categorías de género emergentes como los kathoey tailandeses o los maveriques (esto ya se lo mira usted, si eso). Se podrían añadir incluso más, hasta extremos de pesadilla de catalogador de vídeos porno. 

El salto cuántico, como en la Física, se produce con el principio de incertidumbre, que viene a ser la  tesis del género fluido, un reciente crisol  de antropología espiritual amerindia y hawaiana (A place in the middle) con presupuestos de la corriente intersexual (se la explicaría, pero se le va a hacer largo). Sostiene que ni género, ni identidad ni orientación sexual son una construcción social, que los géneros (cuántos sean, hay opiniones) están presentes en cada persona independientemente de su sexo morfológico y que pueden oscilar o fluir entre ellos en períodos largos, cortos, o incluso diarios. Vamos, que por la mañana uno puede sentirse torero y por la tarde folclórica o, como diría Heisenberg, no se puede determinar en un mismo momento el género, la identidad y la orientación sexual de una persona. Poderosos apoyos intelectuales sostienen esta tesis, como Miley Cirus, Ruby Rose o Steven Tyler.

Pero, con todo, el impulso más importante y quizá inquietante a las teorías de género lo proporciona el movimiento queer que, después de verse a sí mismos como los mutantes de Desafío Total y con una inteligente dialéctica neomarxista están decididos a ponerlo todo patas arriba. Partiendo sobre todo de la L del mundo LGTB -al que aportan la Q- se instalan en una heterofobia reactiva que combate la "cultura en que la heterosexualidad es obligatoria, así como la heteronormatividad y el heteropatriarcado" (importante y exitoso hallazgo en el que han encontrado la complicidad de muchas feministas). Conductistas militantes, descartan toda influencia de la biología en la determinación del género, la identidad o la orientación sexual, todo es producto del modelo social heterosexual opresivo que nos quiere parcelar en categorías. Y como el ser humano es más diverso que cada categoría por sí misma y los deseos son todos singulares, lo que procede es la autodesignación de la identidad (aquí creo que es donde encaja Page) y la autodeterminación de género. El movimiento va más allá de las cuestiones de género. Identifican como sujeto opresor a lo que llaman "ciudadano universal", a saber, varón, blanco, heterosexual y rico. Por ello extienden su causa a otras contiendas, como las luchas raciales, ecologistas o nacionalistas. Basta leer a uno de sus teóricos principales, Paul B. Preciado (antes Beatriz), notable filósofo discípulo de Derrida, para comprender el carácter revolucionario, neomarxista (Gramsci les aplaudiría con las orejas) y profundamente antisistema que se embosca en un movimiento de aparente liberación.

Y es aquí donde se abre la grieta con el feminismo al que la doctrina queer ha ido infiltrando. Además de discrepancias irreconciliables en temas como la prostitución o la gestación subrogada, hay quienes se han dado cuenta que los principios queer diluyen y desvirtúan el sujeto de la reivindicación feminista clásica (la mujer binaria), a la vez que retratan que el objeto del feminismo no es tanto la igualdad como únicamente los derechos de tales mujeres. La influencia queer, que se va extendiendo por ámbitos educativos, académicos, gubernamentales (véase la cúpula del Ministerio de Igualdad), o en movimientos sociales como el Me too o Antifa,  como un caballo de troya empieza a poner en su punto de mira también a las feministas heterosexuales. Que se lo digan a las Catherines (Deneuve y Millet). 

Celebraría que mi torpe intento por desenredar esta madeja ayude también a comprender la polémica dentro del propio Gobierno de este país ante la aprobación o no de leyes que permitan la autodeterminación de género. No sé si es mucho esperar.

Pero en tiempos de pandemia, no perdamos el optimismo. Aunque se prevé un largo acoso al llamado ciudadano universal y los varones blancos y heterosexuales caminemos hacia la extinción, no pierdo la esperanza que las leyes de autodeterminación de género se extiendan también a aspectos como la raza o incluso la especie y encontremos una salida.

Me pido ser lince ibérico.

miércoles, 6 de mayo de 2020

Razones para el optimismo

   Un amigo, que suele pasarse por este blog, me preguntaba a finales de febrero por qué no escribía sobre mi obstinada convicción de que estábamos ante una catástrofe inminente, que le expresaba en nuestras casi diarias conversaciones. En aquel momento le respondí que no me apetecía. Un mes más tarde, cuando las cifras de la pandemia del covid-19 llegaron a superar mis ya bastante lúgubres pronósticos, volvió a preguntarme lo mismo. Esta vez, supe por qué. Le confesé mi temor al síndrome de Casandra. Cuando demasiado pronto adivinas (de un modo racional)  que algo grave va a suceder, correrás el riesgo de que nadie te crea. Y, si insistes, te convertirás en un incómodo aguafiestas, un molesto agorero o un odioso apocalíptico. Si el tiempo llega a darte la razón, quienes no te creyeron probablemente prefieran no recordar que la tenías, porque eso también les recordará su error. Seguirás siendo molesto y lo más cómodo será olvidarte. No compensa, amigo, no compensa, le dije.

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   El pesimismo parece ser algo solo tolerable a largo plazo, de hecho mucha gente se solaza religiosamente en distopías o apocalipsis lejanos que quizá hagan más estimulante el presente. A corto plazo, lo que vende es el optimismo, el mensaje positivo. Hay que evitar el pánico, todo va a salir bien, saldremos juntos, reforzados, su cáncer de páncreas no tiene por qué ser irreversible. Y, aunque un análisis lúcido de la realidad no suele ofrecer grandes ocasiones para la algarabía, ahora que el común de los mortales ve el pelaje del futuro negro zaíno, voy y encuentro la luz del optimismo que me rescate de este oscuro silencio.

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  Me explicaré:
  El ser humano padece de una tara mental que ha resultado una ventaja evolutiva. No comprende la aleatoriedad y necesita encontrar patrones que establezcan relaciones de causalidad. El mismo razonamiento causal que ha favorecido la supervivencia de la especie, nos lleva a menudo a errores de bulto ignorando la lógica de las matemáticas. Decía Roger Penrose que descubrir las ecuaciones precede a entender las leyes que se desprenden de ellas. Son porque son, no necesitan una causa, el error habitual es perseguirla. Si algo demuestra el covid-19 y otros virus antes que él es que su comportamiento no siempre es comprensible con razonamientos médicos o biológicos de tipo causal. Hay indicios de que puede ser estacional por su sensibilidad al calor (Puerto Rico, Haití, Cuba, el Sur de España). Y de lo contrario (República Dominicana, Ecuador). Hay señales de que afecta más a países de población envejecida (España, Italia). Y de lo contrario (Japón). Hay síntomas de que un potente sistema sanitario combate mejor la epidemia (Alemania vs. Brasil). Y de lo contrario ( EEUU vs. Haití). Hay países donde el extremo confinamiento o la relajación de medidas han dado insólitos buenos y malos resultados a la vez. Sus propios efectos sobre el organismo son objeto de controversia, de ser meramente respiratorios a inflamatorios, trombóticos... Creo que tardaremos más en encontrar un hilo causal racional digerible para nuestro cerebro de primates, de lo que tardará el virus en aburrirse e irse.

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  Sin embargo virus y bacterias suelen sentirse más cómodos con análisis estadísticos basados en leyes matemáticas que manejan mejor sus costumbres ludópatas a la hora, por ejemplo, de propagarse y mutar. Todo lo aparentemente azaroso, aleatorio o caótico puede analizarse y, cuando los datos son suficientes, modelizar su comportamiento y predecir su evolución. Si no aburro con la Ley de los grandes números, las variables aleatorias y los modelos deterministas o no, es solo porque todavía no he conseguido entenderlos, así que simplifico. Cuando el volumen de datos es muy alto -y en esta pandemia lo es como nunca- se pueden hacer sobre ellos modelos y se van seleccionando las -digamos- ecuaciones que mejor encajan con la curva evolutiva de los que se tienen. A medida que alguna de éstas vaya anticipando correctamente las siguientes series, se irá perfilando el -digamos- algoritmo que permita predecir la evolución futura representada en la curva. Tampoco descubro nada diciendo que hoy por hoy la bioestadística es la parte más importante de la epidemiología, sobre todo ahora que la conjunción del Big Data con la inteligencia artificial ofrece resultados espectaculares. Total, que estamos en condiciones de saber el cuándo de las cosas mucho antes que el por qué.

Era verdad. Aquí empiezan las buenas noticias.


  Las proyecciones de los modelos deterministas SIR (acrónimo de susceptible-infectado-recuperado), en particular el de la Universidad de Singapur, pero también de las de Washington y Texas, del MIT y del Imperial College, apuntan a que, si no la pandemia al menos su primera ola, está cerca de remitir. En Galicia quizá en el plazo de una semana o diez días el contagio será casi inexistente (como también predijo ya el 7 de marzo un estudio de la USC). En las zonas más castigadas de España tal vez a finales de mayo y, seguramente remita por completo en agosto. También en Francia. En Estados Unidos remitirá en junio y desaparecerá a principios de agosto. En junio en Alemania, en septiembre en Italia y Reino Unido. Todos tendremos un verano razonablemente tranquilo y en casi ningún país del mundo pasará de octubre.

  Es verdad que puede haber un rebrote. Pero también puede no haberlo. En cualquier caso nos encontrará mucho mejor preparados que hace un par de meses. Seguramente ya haya tratamientos que mejoren los síntomas, vacunas en desarrollo y más eficaces medidas de contingencia. Es poco probable que la mortalidad se acerque a la que ha tenido.

  Además puede que ya contemos con el mejor sistema de alerta temprana ante una reactivación del covid-19. Si algo iguala a ricos y pobres, blancos y negros, hombres y mujeres o a Agamenón y su porquero es el lugar donde terminan nuestros miasmas, deposiciones y los más íntimos fluidos corporales. Las aguas residuales. A falta de ajustar con precisión su sensibilidad, la detección mediante PCR del virus en el río de nuestros despojos es ya un hecho y permite cuantificar, monitorizar y hasta localizar cualquier foco de infección quizá incluso antes de que aparezcan los síntomas en la población.

  Creo, en suma, que la crisis sanitaria del coronavirus terminará más pronto que tarde. Mucho antes  de que sepamos por qué, ni en dónde acertamos o fallamos. Pero seguro que los mismos que no han visto venir el problema tendrán cientos de explicaciones distintas que demuestren que ellos siempre supieron la solución.

Aquí terminan las buenas noticias. Gracias por su paciencia


  Otra cosa será la crisis económica que deje y la germofobia obsesivo-compulsiva que nos pueda convertir en una sociedad de neuróticos. Pero esa es otra historia. Yo venía a vender optimismo.

viernes, 7 de febrero de 2020

Oscars 2020. Scorsese y los superhéroes


    Las películas de Scorsese han jalonado mi medio siglo de afición al cine, representando a su vez a una generación de cineastas que bebía orgullosamente de los clásicos. Por eso no pude estar más de acuerdo en su apreciación de que una cosa es el cine y otra las películas de superhéroes. Que es distinto contar historias que provocar espasmos con montajes frenéticos. Por poner un ejemplo, a mí juicio, Vengadores o las funestas secuelas pecuniarias de Star Wars son al cine de acción lo que los aparatos de gimnasia pasiva al deporte. Puro abdominazer -valga el aanacronismo- retiniano. Hay películas que me apetece volver a ver una y otra vez. Y no por enterarme de quién pegó o mató a quién en una reyerta caótica, o de si alguien dijo algo transcendental que me perdí en un barullo, sino porque siendo totalmente inteligible desde el primer visionado, se disfruta deshojando las capas de profundidad y paladeando la cadencia precisa que aporta la labor de un buen director cuando traduce un guión escrito a imágenes inolvidables y a emociones imperecederas. Y eso es El Irlandés. Pura delicia. Puede que sea larga, pero en absoluto lenta, siempre que uno disponga de tres horas y media para verla. Aunque entiendo que hoy, para el espectador medio, Lo que el viento se llevó o El Padrino serían miniseries de tres o cuatro episodios. El día que la vi pensé de inmediato que ninguna otra se acercaría ni de lejos a la categoría de película del año. O de la década, que una obra maestra de Scorsese son palabras mayores.
    Pero hay más, porque éste, la verdad, ha sido un buen año de cine. Y, como a Scorsese le perseguirá la maldición de Netflix en los Oscars, la favorita parece 1917. No voy a descubrir a Sam Mendes y su film es un verdadero prodigio, muy por encima de otros laureados falsos plano-secuencia totales como Birdman. Y uno se pasa la película completamente fascinado, pero sin desconectar un momento de cómo ha podido rodar esto o aquello y dónde ha puesto la cámara. No seré yo quien la tilde de videojuego, pues le sobra calidad artística, pero no me alcanza el efecto inmersivo que pretende (al final, la historia me da casi igual) deslumbrado como me deja su excelencia técnica.
    También me parece excelente "Érase una vez en Hollywood", por más que tenga mucho de autohomenaje de Tarantino, que ya es un género en sí mismo. Maduro y contenido, despliega todo su talento visual aunque, en mi opinión, la tensión narrativa descansa demasiado en la expectativa de un final que no se produce. Me pregunto si un segundo visionado no se resentirá demasiado de ello. Eso sí, el oscar a Brad Pitt, que lo merece más por otros papeles, está asegurado.
    Me gustaría poder menospreciar a El Joker, porque no es mi tipo de cine, pero es otra gran película. Es verdad que Todd Phillips partiendo del Deus ex machina marveliano que tanto me irrita y sobre un simplón mensaje antisistema, a base de retórica y ambigüedad moral y de una estética oscura y saturada, compone una película inquietante. Como su protagonista, Joaquin Phoenix, que ya es inquietante con solo decir buenos días, perturbador si levanta una ceja y aterrador si levanta las dos. No cabe duda que se llevará el oscar al mejor actor. Atrévete tú a negárselo.
    En un plano claramente inferior coloco a Historia de un matrimonio. O más bien de un divorcio. Más teatral que cinematográfica, luce dos interpretaciones magníficas, las de Adam Driver y Scarlett Johansson, aunque quien se llevará el oscar será Laura Dern. Curiosamente, la historia nos deja mucho más impresionados a los hombres que a las mujeres. El truco es sencillo. Puestos así, parecen dos personas excelentes atrapadas en una crisis matrimonial. Si les cambias el sexo, quien se va a Los Ángeles resultaría un perfecto hijo de puta.
   Dejo para el final la más extravagante, original y acaso talentosa de todas las películas que concurren este año a los Oscar. La coreana Parásitos, de Bong Joon Ho, es prodigiosa. Hace falta tanta sabiduría como ingenio y audacia para saber subvertir los géneros de comedia, drama y tragedia para conseguir a la vez una comedia trágica y una tragedia cómica enmarcada en un drama social. Tan llena de oficio como de atrevimiento.  Si alguna puede dar la sorpresa y desafiar al propio Sam Mendes es ésta.
    En la categoría de actriz principal, dudo poco de que gane Renee Zelweger, cuya interpretación es todo lo que aporta la muy prescindible Judy.  Y, ya puestos, espero que en la categoría de animación se lleve el premio Klaus, no porque sea española sino porque es la primera recomendación cinematográfica de mi hija de siete años con la que disfruto de verdad.

    La edad es una enfermedad que siempre va a peor. Puede que lo que mentalmente tenemos por sólido se haya convertido en rígido y nuestra sensibilidad intelectual, como nuestras rodillas, pierda colágeno y padezca de artritis y de artrosis. O puede que no. Pero yo sigo siendo de Scorsese.



viernes, 28 de junio de 2019

Cuando una imagen engaña más que mil palabras


Sugiere Emmanuel Carrere en su novela El Reino que el éxito de Pablo de Tarso en difundir de modo fulminante el cristianismo por Grecia y Asia Menor radicaba, no tanto en predicar la venida del fin del mundo, como en el hecho de que ese armagedón sería inminente, que no quedaba tiempo que perder para ponerse a salvo con la observancia de los muy asequibles (para la época) preceptos morales del Evangelio. Verdad es que el fin de los tiempos no llegó, pero eso no suele menoscabar el predicamento de las sectas apocalípticas. Para muestra, dos milenios de cristianismo hegemónico.

Qué no haría hoy un maestro del marketing como San Pablo con los poderosos instrumentos de la comunicación moderna. La foto que encabeza estas líneas ha sido vista por muchas más personas de las que han leído la Biblia en el último siglo. Todos los diarios la han publicado, todos los noticieros televisivos la han emitido, todas las redes sociales la han comentado. Lo cierto es que es bonita, da la impresión de que los perros caminan sobre la superficie del agua, algunos incluso creerán que lo hacen (huya de esta gente). Y en todos los medios, sin excepción, hasta en aquellos que presumen de reputación y de verificar sus fuentes, se ha usado como prueba irrefutable que ilustra el apocalipsis del hielo ártico fundido por nuestros pecados. Poderoso mensaje.

A la verdad se llegaba rascando bien poco. Bastaba con preguntar al autor de la foto -Rasmus Tonboe, del Centro para el Océano y el Hielo del Instituto Meteorológico Danés-, que la publicó en Twitter. La imagen, tomada en Groenlandia, no es ninguna rareza. Ocurre que durante el deshielo estival de los glaciares a veces la banquisa (la capa de hielo marino) es demasiado gruesa o espesa y no deja drenar el agua a su través y ésta se queda depositada encima. Lo que realmente pisan los perros del trineo es una capa de duro hielo de un metro y veinte centímetros de espesor. Algo que ya vio el propio Amundsen hace más de un siglo y que se repite con relativa frecuencia, que el hielo esté más grueso de lo normal.

 En suma, que aunque uno se haya conmovido con los angustiosos trinos de Pedro Sánchez o Pablo Iglesias en Twitter, la foto informa de lo contrario de aquello con lo que se alarma. Pero el daño mental masivo ya está hecho.


Otro camelo bastante grosero son las dramáticas escenas de osos polares famélicos que se acercan a entornos urbanos para procurar el alimento que ya no encuentran en su derretido ecosistema. No deja de ser curioso que si se tratara de jabalíes o de lobos cerca de casa comprenderíamos fácilmente que es más un problema de sobrepoblación descontrolada y de que resulta más fácil encontrar comida en la basura humana o en los corrales que buscarla en el monte. Pero erre. Esta osa siberiana que merodeaba estos días por un vertedero demuestra viralmente que se están extinguiendo.
 ¿De verdad?
El recuento de las poblaciones de osos polares en el Ártico lo lleva a cabo una de las organizaciones más radicalmente ecologistas, la WWF. Emite informes anuales -que se pueden consultar en su web- sobre el aumento o descenso de individuos en cada zona, en algunas de modo preciso y en otras con meras aproximaciones por no disponer de datos completamente fiables. En todos los informes de la última década (adjunto el gráfico del último) la población aumenta en más zonas de las que disminuye, mientras en la mayoría se mantiene estable. En cuanto a las zonas menos estudiadas, convendría preguntarles a los nativos, los inuit, los yupik y demás  esquimales, que no dejan de protestar por el incesante aumento de estos simpáticos pero feroces plantígrados, que últimamente tienen incluso el detalle de merendarse a alguno de sus convecinos. No se pierdan el Diario de Nunavut.
No tiene tampoco desperdicio la lectura del libro The Polar Bear Catastrophe That Never Happened de la eminente zoóloga y reputada especialista en osos polares Susan J. Crockford, responsable de una web de referencia en el tema: Polar Bear Science, donde ilustra convincentemente de lo difícil que resulta para el mainstream científico reconocer ahora que el símbolo por excelencia de la alarma sobre el calentamiento global, la inminente extinción del oso polar, realmente no es verdad.

Y es que en estos tiempos la verdad es precisamente la primera víctima de la información. Sirven de tan poco los hechos frente a las opiniones y a las tendencias que recomendar que no se crea todo lo que vea o lea y que compruebe lo que pueda, es tan inútil como escribir estas líneas de mero pataleo intelectual. La foto ya ha ganado.

sábado, 23 de febrero de 2019

Oscars 2019. Mejor en blanco y negro


El subtítulo de esta entrada podría haber sido también: Roma, Cold War y todo lo demás, porque, entre las películas que concurren este año a los premios de la Academia, hay dos que comparten el hecho de estar rodadas en lengua no inglesa, en blanco y negro y ser indiscutibles obras maestras a una sideral distancia artística del resto.

Cold War, del polaco Pawel Pawlikowsky es, sin duda, la que más me ha emocionado. La extremada belleza de su narrativa, sin la menor concesión a lo superfluo y una fotografía que habría firmado el mismo Caravaggio, al servicio de una poética historia de amor con un final descomunal, dejan esa impresión permanente en la memoria, propia de las obras maestras.
Y, aunque compite en tres categorías, lo más probable es que se vaya de vacío porque en todas ellas se encontrará con otro film inconmensurable, la Roma de Alfonso Cuarón.
Pocas dudas caben de que el mejicano terminará acaparando los dos premios gordos -película y director-  y acaso también el que se entrega a la mejor fotografía. No en vano Cuarón construye un fresco monumental, una capilla sixtina en blanco y negro del imaginario del D.F. de su infancia. En la que conviene pararse a apreciar el detalle, de ahí su ritmo lento pero implacable, porque aun cuando parece que no pasa nada, pasa todo.

En otra liga se dirimirán las categorías actorales. Sobresalen en la categoría de actor principal dos buenas imitaciones (Freddie Mercury/Rami Malek y Dick Cheney/Christian Bale) y una verdadera interpretación, la de Viggo Mortensen en la simpática y amable Green Book (Miss Daisy ahora se sienta delante). Seguramente el oscar será para Malek (no sé si la insustancial Bohemian Rhapsody iba hacia alguna parte antes de que despidieran a su director Brian Synger, pero el mito de Queen es poderoso) y el buen trabajo de Bale se resentirá del ritmo atropellado de Vice, que aturde bastante.

El premio al actor de reparto parece cantado para el negro que ahora se sienta detrás en el coche de Miss Daisy, el ya oscarizado por Moonlight, Mahershala Alí. Tan solo se lo discute otra buena imitación de Sam Rockwell en Vice en el papel de George W. Bush, algo corto -el papel, digo- para repetir el éxito del pasado año.

No dudo de que también levantará su estatuilla a la mejor actriz principal Glen Close que, desde la contención, compone una interpretación poderosa  -bien secundada por Johnatan Pryce- en La buena esposa, de más valores teatrales que cinematográficos. Dejará atrás a Olivia Colman, meritoria reina Ana de La Favorita. A cambio, la vanguardista y preciosista película del griego Lanthimos -también algo excesiva y al borde de la ida de olla- triunfará en bastantes de sus diez nominaciones, entre ellas quizá la categoría de mejor actriz de reparto donde coloca a Rachel Weisz y Emma Stone. Aunque siempre puede volver a dar la sorpresa Regina King, como en los Globos de Oro. Parece el oscar más incierto.

No dejaré de mencionar las otras tres películas que compiten en la categoría principal. A star is born no debería de pasar de llevarse el premio a la mejor canción por "Shallow". El pasteloide a mayor lucimiento de Cooper y Gaga no da para mucho más. Vale, uno canta y la otra actúa. Siguiente.

Lo de Spike Lee y su Infiltrado en el Ku Klux Klan es el enésimo ejemplo de como malograr su inmenso talento cinematográfico al servicio de su sectarismo panfletario. No sé si es posible redondear una obra a la altura de su genio y a la vez querer ser el Michael Moore negro. Un ágil guión -que puede ganar el oscar- y su magnífico pulso narrativo y gamberro lo despilfarra con su habitual maniqueísmo racista y la soberbia de una pretensión moralizante y salvapatrias que le quita buena parte de la gracia.

Y ya metidos en afrosupremacismo políticamente correcto, no consigo entender que Black Panther sea la primera película de superhéroes que entra en la categoría reina. No puedo decir que es un bodrio, porque apenas he aguantado veinte minutos de visionado, pero se me ocurren unas cuantas bastante más dignas. Me malicio de que será por lo original de rodarla solo en negro. Pero, como ya he dicho, este año no hay color y, acaso como póstumo homenaje al finado Karl Lagerfeld, se llevará el blanco y negro.